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ZAMURO

Tipo de proyecto

Fotografía

Fecha

en desarrollo desde mayo 2018

Rol

Creadora

La negación cotidiana de la Muerte como un evento inevitable y natural, hace que rechacemos símbolos y guiños que nos la recuerden, que nos confronten con Ella.
Caracas es una ciudad amarrada a la rumba. La Señora Loca se aferra a la fiesta para no lidiar con sus problemas. Porque la vida es un carnaval, y la gente triste se ve fea. Pero la mañana siempre llega, y la mascara corrida y el ratón la alcanzan. Ahí es donde se le ve la tristeza, que no es que la esconda bien, sólo voltea para otro lado.
En esa ciudad deprimida, llena de símbolos de muerte, vuelan los zamuros. Los amigos zamuros, menos elegantes y alegres que sus vecinas las guacamayas. No cuentan tampoco con el carisma y el sex appeal de los gavilanes, primos llaneros hegemónicamente bellos y buenos cantantes.
Los zamuros parecen conscientes de su aspecto lúgubre y poco agradable. Hacen nidos en ascensores descompuestos, rincones abandonados, azoteas poco frecuentadas. Discretos y solemnes, en perfecta armonía con su labor: el remate magistral del ciclo de la vida-muerte-vida.
En el baile de la Muerte también hay belleza. No es la que quisieramos presenciar. En lo personal me encantaría hacer mis afectos eternos. No tener que despedirme de nadie, bajo ningún concepto. Pero aferrarse es un ejercicio inútil.
Los sepultureros hacen su trabajo, se encargan del trabajo sucio de la naturaleza, como manteniendo su buena fama. Sólo se permiten un lujo, y allí es donde guacamayas y gavilanes no tienen nada que hacer. Cada tarde los zamuros se despliegan en vuelo y brindan un espectáculo que algunos apreciamos y valoramos.
La majestuosidad de su vuelo pasa desapercibida porque la gente no está acostumbrada a mirar hacia arriba buscando paisajes. La contemplación es una práctica poco frecuente en este valle.
Su estrategia consiste en esperar que la entropía o la mala suerte intervengan, para hacer alarde de sus alas.

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